jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo 2.

Tan pronto llegó el día de salida, como el primer día de la primavera. Para Sara apenas quedaría entonces un mero recuerdo de esos días. Paola dejaba caer una lágrima por su cara. No sabe si es de tristeza a ode felicidad. Es dejar un castigo al que se había acostumbrado. Tanto tiempo perdido, para nada. O eso creía ella. Mientras Sara está vistiéndose sentada en su cama, ve cómo su compañera se peina, arreglándose para la salida. La dulce salida.
"Paola es una típica chica de barrio bajo. Tiene 17 años, como yo. Según me ha contado, sus padres no es que se preocupen mucho por ella. Vive con su madre, su padrastro y su hermano. Ni siquiera piensa hacer bachiller. Se dedica a vender la maría que su hermano cultiva. Vive en un piso de mala muerte. Cuando me explicó la zona en la que estaba, no la entendí. Al parecer no a tenido mucha suerte en la vida. Confía en el amor que tiene por Iván. Desde que estoy aquí, me ha enseñado lo que ha aprendido de la vida, aunque no es muy habladora. Morena y alta, con una sonrisa preciosa, pero difícil de ver. De hecho, sólo la he visto sonreír al hablar de Iván. Parece que sus ojos marrones están cansados de llorar. Dos piercings, uno en la lengua, y otro en la nariz. Me enseñó el tatuaje que tiene en el costado. Un ángel sentado, cubierto por sus propias alas. Cansado. También un código de barras en la nuca. Dice que todos estamos marcados y que ella, se puso un precio."

Paola mira en el reflejo del espejo, y ve cómo su nueva amiga se calza las botas.
"Sara tiene mi edad. Se ha criado en una urbanización pija. Siempre ha vivido con sus padres y sus dos hermanas. Ella dice que sus padres están demasiado encima de ella. No sabe la suerte que tiene. Está cansada de no poder tomar sus propias decisiones o de hacer locuras. Es un poco más bajita que yo. Bastante guapa, morenita, con el pelo castaño. Recuerdo que el otro día salimos al patio y vi cómo sus ojos marrones se iban volviendo verdes poco a poco. Se pasa el día riendo. Me alegra una persona así, no le falta alma. Le gusta oírme hablar. En este tiempo me ha preguntado mil cosas. Dice que estaba confundida. Va a un colegio de pago, donde no le falta educación. Nunca escuché a nadie dirigirse a un guardia de usted. Limpia de agujeros artificiales y de marcas. Pura como ella sola. Es como el color blanco al lado del negro, que sería yo. Tiene el futuro asegurado. Carlos la trató demasiado mal para lo que ella es, y espera ansiosa salir para ver a Pablo. Le deseo lo mejor del mundo. Más bien, lo merece."

Cerrando por última vez la puerta de la habitación 218, las dos amigas separan sus caminos a la salida del Santa Ángela.
-¿Volveré a verte? -Preguntó Sara.
-No creo que quieras pasarte por donde yo vivo, Sara.
-Pasaré alguna vez Paola, no seas tonta. También puedes venir tú. Me encantaría ver la cara de mi madre si te viera. -rió.
-Bueno, aquí tienes mi número.-Paola extendió un trozo arrugado de papel, arrancado de una libreta. Sara lo cogió y asintió.
-Joder, parece que nos vamos de un campamento- dijo Sara entre lágrimas.
-Vamos, no seas tonta. Volveremos a vernos, ¿recuerdas? Tengo preguntas que contestarte aún, y tenemos pendiente matar a Carlos.
-Te echaré de menos, Paola.
Sin ninguna palabra más, ambas se dieron la vuelta y se dirigieron a sus hogares, donde sus familias ya las estaban esperando.

Al llegar Sara, su madre estaba en la cocina. Al verla, ésta la abrazó. Seca, como siempre. Volvió a sentarse.
-¿Estás arrepentida?
-Sí, pero no de lo que tú quieres, mamá.
-¿Acaso te ha influido esa chusma?
-¿"Chusma"? Chusma es lo que ahora mismo veo.- Se dio la vuelta y se dirigió a su cuarto.
-Comprendo que estés enfadada, pero tranquila, te daré tiempo para que veas que lo hice por tu bien.
-¿Por mi bien? ¿Acaso sabes por qué me escapé? Habla la persona que sólo tiene ojos para sus dos perfectas hijas mayores.- dijo alterada.
-No montes una escena, Sara.
-Si no la monto aquí, la montaré fuera. ¿¡Qué prefieres, eh!?
-Sara baja tu tono ahora mismo.
- No tienes ningún derecho a hablarme ahora mismo. Cállate de una jodida vez.
-Esa boca, señorita. Cierra el pico de una vez y sube a tu habitación, hay alguien que te está esperando.
Sara subió las escaleras. Llegó a su puerta y se paró en seco. El no saber quién había dentro de esa habitación. Podría ser Carlos, con un ramo de flores. Tal vez Pilar, llorando y pidiendo perdón. Y por último... ¿Pablo? Deja de soñar.

Se oye girar la llave de casa. Paola entra, y cierra tras de sí.
-¿Ya estás de vuelta?
-Sí, mamá.
-Saluda a tu padrastro.
Paola hace oídos sordos de lo que dice su madre. Va directamente a su cuarto. Después de un año y medio todo sigue igual. Su cuarto, tan oscuro. Lleno de posters múltiples, algunos de Nueva York, cómo no. Fotos con amigos, poca luz. Se sienta en su cama. La ventana sigue abierta, al igual que cuando se fue. Se coloca sus cascos y se deja caer sobre la almohada. Pocos segundos después, Álvaro, su hermano, entra a la habitación. Cierra la puerta, y se sienta junto a su hermana.
-¿Qué tal ha ido?
-Ha sido rápido- Paola se quita los cascos.
-Has estado ahí un año.
-Y medio. Gracias por visitarme.
-La poli me estaba siguiendo. He tenido ciertos problemas sin tí. Pero ya estás de vuelta.
-¿Tienes trabajo para mí?
-Claro.

-¡¡¡Sara!!! Te he echado de menos, guarra. No me has escrito en todo el mes. ¿Se puede saber qué ha sido de ti? ¿No te habrán hecho bulling ni nada de eso, no? Mira que yo sé cómo eres tú para esas cosas...
-Tranquilízate, Elena.
-Te has perdido un montón de cosas tía... La gente ha cambiado un huevo, ¿Sabes? Nuevos lugares, nuevas fiestas, nuev...
-Estoy cansada, Elena. ¿Puedes contarme todo eso en otro momento?
-Vale cariño. Pero... Tengo que pedirte un favorcillo.
-No hace ni cinco minutos desde que he llegado y ya me estás pidiendo algo. Ánda, suéltalo.
-Veras es que mañana... Hay una fiestecilla a la que me gustaría ir a... pillar un poco...
-... ¿es que ahora fumas? Pues si que han cambiado cosas en mi ausencia.
-El caso es que no quiero ir sola porque no es precisamente un sitio de fiar... Y pensé que tal vez te gustaría una fiesta de bienvenida.
-¿Dónde está eso?
-Está por los barrios bajos, no has estado nunca. Confía en mi, tía. Por favor.
-No tengo nada mejor que hacer, la verdad.
-¡Es que eres la mejor! -sonrió Elena.
Después de no ver a ninguno de sus antiguos "amiguitos" a Sara le daba igual todo. Y aunque sólo habían pasado minutos desde que estaba en casa, se sentía fuera de su hogar. Puede que se sintiera defraudada, no por ver a Elena, si no por no ver a otro. Elena se marcha. Sara quiere descansar y no oir nada más. Quiere silencio, quiere paz. Quiere encontrarse.

Y llega el día siguiente. Paola despierta de entre fotos, recuerdos. Un año y medio de ausencia, y vuelta a la rutina. Sin que nada cambie, va con su hermano a desayunar, como todos los días.
-Hoy hay una fiesta.
-¿Y? ¿Desde cuando te deslizas por fiestecillas de mierda?
-Desde que hay alguien dispuesto a comprar por allí. Ya te dije que la poli me sigue, no podemos ir a los lugares de siempre.
-¿Para quién es?
-Una cría de una escuela rica. Podemos meterle de todo, no se dará cuenta.-rió Álvaro.
-Te veré allí a las ocho. Dame la dirección. Yo me encargaré de las pijas, sabes que siempre ha sido mi especialidad.

domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 1.

"-Te he echado de menos.
-Venga ya, no digas tonterías.
-Sabes que sí, Paola.
-Cada día es más difícil creerte Iván.
Sé que está intentando quedarse conmigo. ¿Y si me quisiera de verdad? Es tan perfecto. Y me siento tan débil cuando está cerca mía. Tal vez es su olor. O su sonrisa. Yo que sé, no puedo dejar de mirarle. Todo junto a él se convierte en especial, en único. Ahora me sonríe. No cambiaría esto por nada.
-Tengo que de..."
Los golpes en la puerta interrumpen el pensamiento de Paola. Abre los ojos, se levanta de la cama y va a abrir la puerta.
-¿Quién coño es?
Al abrir la puerta, aparece el vigilante nocturno. Hay alguien a su lado.
-Te traigo compañía, pequeña. Espero que la cuides bien.
Paola abre la puerta de par en par y deja pasar a esa desconocida. La chica no dice ni una palabra. Trae su bolsa para quedarse. Paola cierra la puerta en cuanto le es posible. Vuelve a su cama, como si no le importara que esa chica estuviera ahí, frente a ella, sin saber exactamente que hacer.
-Yo soy Sara.- dijo la extraña.
Paola se puso los cascos y se tumbó en la cama. Sara observo la habitación. No estaba tan mal como ella esperaba. Sólo contaba con una litera, no muy cutre; un escritorio con dos sillas; una cómoda y una lámpara sobre una tabla. Abrió los dos últimos cajones de la cómoda, ya que supuso que su compañera tendría ocupados los dos primeros. Después de colocar sus cosas, sacó un libro de su mochila y se metió en la litera de abajo. Hasta pasados lo menos veinte minutos, todo permaneció en silencio. Entonces Paola bajó de su cama.
-Hora de cenar.
Sara se levantó y siguió a Paola. Ambas salieron de la habitación y se dirigieron al comedor. Sara siguió todos los pasos de Paola. En el reformatorio "Santa Ángela" la gente era muy escandalosa. Mientras andabas por los pasillos de las habitaciones, escuchabas a chicos y chicas discutir a voces, tal vez alguna bofetada. Llegaron al comedor, y cuando se sentaron a comer, comenzó todo.
-Tienes cara de no haber roto un plato en tu vida, ¿por qué se supone que estás aquí?
- Ni siquiera sé tu nombre. ¿Cómo se fía una de alguien como tú?
- Responde, Sara.
- Puf... Había un chico...
- Siempre todo empieza con eso haha.
- Bueno si... Digamos que tenía por costumbre escaparme por las noches de mi casa para estar con él. Siempre se lo contaba todo a mi mejor amiga, Pilar. Un día, para darle una sorpresa a Carlos, mi chico, no le conté a Pilar que iba a ir a verle. Cuando llegué al cuarto de Carlos... Bueno, digamos que la muy zorra estaba comiéndosela a mi novio. Así, para resumir, aparte de arrancarle la mitad de los pelos, me enfadé tanto que no volví a casa. A los tres días la policía me encontró. Mi madre decidió meterme aquí un mes.
- Así que una escapada... No está nada mal. Yo también me iré en un mes. Me llamo Paola.
- ¿Tú que hiciste?
- Había un chico, también. No era mi novio, era... Algo raro. Pasé muchos momentos a su lado, no quiero decir que fueran importantes, pero creo que me enamoré de él. Un día una puta me dijo que se lo había follado, y que era suyo. No pienso contarte detalles sobre como pille a esa hija de puta. Acabó en el hospital. Llevo aquí un año y medio por esa gilipollez. No he vuelto a saber nada de Iván en este tiempo. Pero sé que sigue pensando en mí, es como si lo sintiera.

Esa noche Sara tenía unas cuantas preguntas para Paola. Ambas estaban ya en su cama, pero ninguna dormía.
-Paola...
-Dime.
-¿Cómo sabes que quieres a Iván?
-No es fácil de explicar... Pero supongo que lo que más me lleva a quererle es que no pueda dejar de pensar en él. No me importa si es para bien o para mal, el hecho de que tu tiempo sea suyo, ya quiere decir algo.- En ese momento, otro recuerdo le llegó a Sara. Había un chico, Pablo, que decía quererla cuando ella estaba con Carlos. Y recuerda como la voz de Pablo era la última que oía cada día, que no había nadie que se preocupara de ella como él. Le decía te quiero todas las noches, justo antes de dormir. Eso le hacía pensar en él. Pero, ¿qué pasaba? eso no era lógico, ella sabía que queria a Carlos.- Y luego está eso de que cuando piensas en él, sientes que desde algún lugar, te está sonriendo. Y tu sonríes. Y hasta el más oscuro de los días se puede iluminar por un segundo, aunque pueda ser irreal o simplemente un jodido delirio de niñata.
-¿Crees que las personas merecen una segunda oportunidad?
-Bueno, eso depende de lo que hicieran con la primera. Pero de todas formas, amar es cosa de humanos, y el equivocarse también lo es. Si amamos, nos equivocamos igualmente. Tal vez todo en esta vida sea un error pero, ¿qué más da?


Los días pasaban rápidamente. Sara y Paola congeniaron con facilidad. Paola le enseñaba a Sara lo que necesitaba saber del reformatorio. Sara enseñaba a Paola a ser un poco más agradable con la gente. Cuando no estaban solas, se comportaban rudamente la una con la otra, pero cuando estaban solas, parecían ser hermanas. Paola le presentó a Sara a la gente del reformatorio. Algunos eran un poco... diferentes. Comprendieron que sus vidas en verdad, no tenían tanto de diferente, y lo que más ansiaban ambas, era salir de una vez de ese lugar. Cada noche, Sara le preguntaba a su compañera de cuarto una pregunta, relacionada con el amor. Ella le contaba algo que sentía por Iván. Sara comenzaba a preocuparse cada vez más. Tenía miedo de haber cometido un gran error. Los días pasaban, y cada vez quedaba menos para volver a la vida normal. O a otra vida. Dejémoslo ahí.